Monday, December 1, 2008

Discusion 1

En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso.

¡Oh ser humano, que buscas tu auténtica naturaleza! Tu primera y más importante misión en el universo es buscar y averiguar de dónde vienes, por qué razón, y hacia dónde te diriges. De la misma manera que no tuviste elección al venir al mundo, no puedes elegir cuándo lo abandonarás. Conócete a ti mismo antes de que se te ordene dejar este mundo. Conócete de modo que puedas llegar a conocer a tu Creador para servirlo como Él lo merece. Todo esto lo lograrás atravesando los umbrales del conocimiento.

Lo primero que Dios mandó a Su Amado Mensajero (que la paz sea con él) fue: “iqra!”, “¡lee!” [96/1]. Sin embargo, no basta con sólo leer. Es importante que uno comprenda lo que lee, y que actúe basándose en lo que comprende. En la surah ez-Zumer, se nos dice: “¿Acaso son iguales aquellos que conocen y aquellos que no conocen?” [39/9].

Aquél que se conoce a sí mismo comprende que Dios no le ha dado a ninguna de Sus otras creaciones una posición tan elevada como la que le ha dado al ser humano. En la surah al-Bakara, Dios dijo: “Crearé un califa [representante] en la tierra” [2/30]. El ser humano es el califa de Dios en la tierra. Según uno de los hadith, Dios dijo: “¡Oh ser humano! Lo creé todo para ti, y a ti te creé para mí.”

Primero, conozcámonos a nosotros mismos. Después, conozcamos a nuestro Creador. Igual que lo hizo el Profeta Abraham (que la paz sea con él). Abraham se crió en una cueva. Una noche, cuando no tenía más de 9 ó 10 años, se escabulló fuera de la cueva y contempló los cielos, y comenzó a pensar. Observó las estrellas, la luna, la noche. Esperó, y observó el sol y el día. Todo cambiaba a cada hora que pasaba. Nada permanecía igual. Concluyó entonces que ninguna de aquellas cosas podía ser Dios, pues Dios había de ser Aquel que había creado todo aquello, y Aquel que nunca cambia. Cuando sus padres se despertaron, se alarmaron de no verlo en su cama, y comenzaron a buscarlo. Abraham le preguntó a su madre: “Querida madre, por favor, dime, ¿quién es tu Señor?”. Su madre contestó: “Es tu padre, Azar.” En aquellos tiempos las mujeres no podían opinar sobre ningún asunto, y los esposos eran extremadamente dominantes en la vida familiar. Entonces Abraham se volvió hacia su padre y le preguntó: “Querido padre, ¿quién es TÚ Señor?” Su padre dijo: “Nimrod”. En aquella época Nimrod se había declarado a sí mismo Dios, y el padre de Abraham lo servía en palacio. Entonces Abraham le preguntó a su padre: “Pero entonces, ¿quién es el Señor del Nimrod? ¿Quién lo creó a él?” Al escuchar esta pregunta, el padre lo abofeteó y le gritó: “¡Calla! Nimrod se creó a sí mismo. Él es el Señor.” El pequeño Abraham respondió: “Pero ¿cómo puede ser el Señor alguien que envejece, que siente hambre, que enferma y que duerme y que al final se muere? Si ahora mismo ni siquiera sabe nada sobre nosotros.”

¡Oh humano! A un niño de 9 ó 10 años que vivía en una cueva le bastaron unas sencillas observaciones para reconocer a su Señor. Si nosotros, con toda nuestra ciencia moderna y toda nuestra tecnología, no podemos encontrar a nuestro Señor, deberíamos avergonzarnos de nosotros mismos y de la vida que llevamos. Estamos agradecidos eternamente al Señor que nos creó como seres humanos.

Amados hermanos y hermanas: tratemos de llegar a conocer a nuestro Señor un poquito mejor. Reflexionemos un poco, y pensemos en cómo llegamos desde el mundo del espíritu al vientre de nuestra madre, y desde allí a este mundo. Y al hacerlo, recordemos que, una vez que completemos nuestro viaje en este mundo, tendremos forzosamente que regresar de nuevo a nuestro Creador.

“Pertenecemos a Allah, y a él habremos de regresar.” (2/156)

En las próximas reflexiones, tendremos ocasión de hablar sobre los nombres de nuestro Señor, y trataremos de conocerlo mejor. Y pensaremos sobre la creación conjunta de los Cielos y la Tierra.

“Cuando se desplieguen las páginas; cuando se desvele el mundo allá en lo Alto (el cielo); cuando se enciendan las llamas del infierno y ardan con ferocidad; y cuando el Cielo venga cerca nuestro; (entonces) cada alma sabrá lo que presenta.” (81/10-14)

¡Oh hijos e hijas de Adán! Preparémonos para ese día antes de que llegue. No olvidemos que el ser humano es el califa.

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